Junto con Don Pedro de Mendoza llego Leonardo Gribeo, nativo de Cerdeña quien fue, según cuenta la historia, ha traído la imagen de Santa María de Boun Aria. A esta virgen se la atribuye el milagro de haber llegado al puerto, gracias a ella la ciudad tiene el actual nombre Buenos Aires.


Desde el siglo XVIII lo italianos empezaron a aumentar la presencia en la ciudad siendo muy buenos comerciantes, navegantes, permitiendo con su trabajo que la ciudad florezca en distintas disciplinas.
En la Revolución de Mayo se vieron varios importantes actores de origen italiano, entre ellos Beruti, Alberti, Castelli y hasta Manuel Belgrano contaba con una descendencia de origen italiano.
El fenómeno migratorio empezó a tomar importancia el 4 de septiembre de 1812 cuando el gobierno del primer Triunvirato firmó un decreto en el que se ofrecía protección a las personas de todas las naciones y a su familia que querían habitar la región.
Esta comunidad creció tanto que ya en el año 1836 el Reino de Saboya envío a su primer embajador, el Baron Picolet d-Hermilion.
La cantidad de italianos que venían a la ciudad siempre iban en ascenso, hasta que en la década del 70 estos números disminuyeron por desatarse la peor de las epidemias, la fiebre amarilla.
Pero esta tendencia se revirtió a principios del siglo XX cuando muchos inmigrantes empezaron a llegar estableciéndose en la zona de La Boca. En esa época ya habían llegado medio millón de residentes al país, de los cuales el 60 por ciento vivía en Buenos Aires.
Luego de la Segunda Guerra Mundial y hasta 1970 se vio el último gran flujo migratorio.
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